Tenis de mesa, raquetazos en miniatura

 

Si tienes la suerte de contar en tu casa con un espacio de unos cinco metros de largo por tres de ancho y altura suficiente como para moverte y no dejarte los cuernos, como por ejemplo un garaje, podrías plantearte practicar un deporte sencillo pero muy divertido y que te hará moverte mucho más de lo que crees: el tenis de mesa, también conocido como ping-pong.

La mecánica de este juego es muy fácil de comprender, sobre todo si alguna vez has visto un partido de tenis en pista grande, porque es más o menos igual: hay que golpear la pelota con una raqueta de forma que bote en el campo del oponente y éste no sea capaz de devolverla a tu campo antes del segundo bote, o la devuelva pero la mande fuera. Es más fácil de ver (y de hacer) que de explicar.

Pequeño pero matón

Pero la diferencia es que aquí todo es más reducido: la pelota, las raquetas o palas, y sobre todo el terreno de juego, que como habrás podido deducir por el nombre se limita a la superficie de una mesa de 2,74 m de largo por 1,525 m de ancho, a una altura de 0,76 m sobre el suelo, y con una red de 15 cm de alto que divide el campo en dos mitades. De todas formas no te preocupes mucho por las medidas: cualquier mesa que te compres, y las puedes encontrar bastante decentes por unos 200 dolares en tu tienda de deportes de referencia, se corresponderá con este tamaño estándar.

Aunque no te creas que por ser todo de menores dimensiones vas a tener que esforzarte menos. Vale, no te tocará correr como un loco a por pelotas imposibles (aunque según con quién juegues, a lo mejor sí). Pero tendrás que multiplicar tus reflejos, porque la pequeña esfera de celulosa puede alcanzar velocidades de vértigo, superando incluso los 100 kilómetros por hora.

Los chinos arrasan

Con semejante rapidez se requiere una gran concentración, y en eso los países del Lejano Oriente, cuna de las artes marciales, son auténticos maestros. De hecho la mayor potencia mundial en tenis de mesa, deporte olímpico desde los juegos de Seúl en 1988, es China, seguida a bastante distancia por Corea del Sur. En el gigante asiático este juego es poco menos que una religión: en todo colegio del país habrá varias mesas en las que desde bien niños los estudiantes pasarán horas y horas jugando.

Sin embargo, este deporte tiene orígenes más cercanos. Como casi todo, lo inventaron los ingleses allá a finales del siglo XIX, cuando a algún milord se le ocurrió una alternativa de ocio después de que la tormenta de turno le arruinara su partido de tenis en el exterior. Al principio se usaban como raquetas las tapas de las cajas de puros que abundaban en los elitistas clubes; del sonido de la pelota al rebotar contra estos toscos tablones procede el nombre que ha hecho universalmente famoso a este entretenido pasatiempo.

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